A
DÓNDE VA LA UNIVERSIDAD PARAGUAYA – MOÔPA OHO MBO'EHAOVUSU ÑANE
RETÂMEGUA
Por
David
Galeano Olivera
1.-
INTRODUCCIÓN (MOÑEPYRÛ)
Hace
tres décadas que ejerzo la docencia en la universidad más antigua
del Paraguay, la Universidad Nacional de Asunción fundada en 1889 y
donde se formaron los más destacados intelectuales del país. En
ella pasé por todas las categorías del escalafón docente hasta
llegar a Profesor Titular y en el ámbito directivo, en la década
del 90, ocupé la Dirección General Académica de la misma y también
fui miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía.
Luego
de la caída de la dictadura de Stroessner en 1989 sobrevino una de
las mayores huelgas universitarias en 1996 (donde estrené el cargo
de Director General Académico e intermedié en la solución del
conflicto), posteriormente la de 1999 (donde defendimos la autonomía
universitaria) y las más recientes 2015 y 2016 (UNA no te calles).
Asimismo, participé de varios otros procesos vinculados, por
ejemplo, a la reivindicación de las partidas presupuestarias para la
UNA.
Lo
expuesto me da una relativa autoridad para encarar este delicado tema
pero necesario de ser abordado partiendo de la base de una manifiesta
apatía de la sociedad y en gran medida del propio demos
universitario.
Durante
este largo tiempo conversé con muchos colegas docentes, egresados y
estudiantes acerca de nuestra universidad y de la universidad en el
Paraguay; sin embargo, con el Prof.Dr. José Manuel Silvero Arévalos
llevó más de 20 años de periódicos encuentros donde obviamente
luego de recorrer diversos ámbitos siempre terminábamos hablando
-preocupándonos y ocupándonos- de la universidad; y a fuerza de
sinceridad, siempre me he sentido cómodo en las discusiones con él,
porque finalmente nuestros criterios tenían y siguen teniendo mucha
semejanza al relacionarlos o intentar justificarlos a partir de una
cosmovisión que tiene como epicentro al Paraguay como principio y
fin, causa y efecto de todas las cosas que conforman nuestra
realidad, más las positivas o las voraces influencias del entorno.
Silvero,
joven, inquieto y culto intelectual empezó a caminar y a lo largo de
su recorrido muchas veces lo hizo de contramano al pensamiento
imperante e impuesto y empezó a cuestionar al “establishment”,
sentando nuevas posturas e inaugurando -junto a otros jóvenes
intelectuales de su tiempo- la concepción teórica y práctica de
una nueva etapa del pensamiento paraguayo, un pensamiento sustentado
en la realidad socio-cultural contemporánea, lo cual es toda una
novedad cuando apenas salíamos de una terrible dictadura no solo
política sino también intelectual. Y fue en ese exacto punto donde
nuestros caminos -el de Silvero y el mío- confluyeron y gracias a
ello cada tanto analizamos la situación de la universidad paraguaya
o bien, en momentos álgidos, nos tocó asumir posturas decididas
como últimamente ocurrió en ocasión de UNA no te calles.
2.-
DESARROLLO (HETEPY)
2.1.
LA UNIVERSIDAD PARAGUAYA Y SOCIEDAD
Sabido
es que la problemática universitaria de nuestro país ha sido
abordada por unos pocos especialistas. De hecho, al haber un escaso
porcentaje de universitarios y graduados, la cuestión nunca llegó a
interesar al resto de los habitantes que quedaron muy lejos de la
universidad e inclusive del acceso al nivel primario de la educación.
Sobre
el punto vale la pena señalar que el Paraguay -que hace poco tiempo
recordó su bicentenario- se incorporó al ámbito de la educación
superior, universitaria, en el
año 1889, con la creación de
la Universidad Nacional de Asunción a partir de su primera unidad
académica, la Escuela de
Derecho, hoy Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
a la cual se sumaron todas las facultades, institutos y carreras que
hoy conforman la Universidad Nacional de Asunción, la
pionera,
la más antigua institución de educación terciaria en el Paraguay.
70
años después se creó, en el año 1961, la Universidad Católica
“Ntra Sra de la Asunción” y a principios de la década de 1990
se fundaron en forma constante y sucesiva otras varias universidades
e institutos de educación superior, públicos y privados,
totalizando en la actualidad 54
universidades y 36 institutos de educación superior, creados por ley
de la nación.
Pese
a ello, en 200 años de vida independiente, nuestro país -cuya
población ronda los 8.000.000 habitantes- ni siquiera alcanzó el
10% de universitarios; es decir, ciudadanos titulados o en vías de
titulación. Es más, y más triste aún que -sin
el maquillaje- casi el 40% de la actual población del país sigue
siendo analfabeta, resaltando
que nadie deja de ser analfabeto por el simple hecho de haber
aprendido a escribir y leer su nombre.
La
base
de la educación universitaria constituida por la educación escolar
básica y la educación media, sigue en crisis ya que el
propio Ministerio de Educación reconoció públicamente el fracaso
de la reforma educativa iniciada en el año 1994
y cuya pertinencia y eficiencia debían justipreciarse de manera
plena en el año 2020 plazo extendido posteriormente al 2024; sin
embargo, la marcha de la señalada reforma y los acontecimientos
vinculados a ella, ya permitieron concluir anticipadamente la
ineficiencia del proceso iniciado, al punto que el MEC resolvió
empezar una contrarreforma de la reforma.
Recientemente,
el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) informó que del
100% de matriculados en la educación escolar básica o primaria
solamente el 49% logró concluir dicho nivel; en tanto que, apenas el
30% de aquel porcentaje inicial logró concluir la educación media
regularmente 12 años después. Conviene acotar que esta referencia
estadística no hace juicio de valor acerca de la calidad
de la educación recibida por parte de los niños y jóvenes
afectados a dicho proceso, solamente refiere a la cantidad
de alumnos que lograron finalizar el primer y segundo niveles de la
educación.
Es
triste ver la inequidad
que reina en los dos primeros niveles del sistema educativo paraguayo
(educación escolar básica y media) y que se manifiesta
cotidianamente en el quehacer educativo, ya sea que se trate de
problemas metodológicos
(de enseñanza-aprendizaje, de evaluación, etc), de infraestructura
edilicia (construcciones
endebles, carencia de laboratorios, salas de informática, etc), de
la precariedad bibliográfica,
de los numerosos plurigrados
que aún existen, de la inaccesibilidad
vial, del bilingüismo,
de la baja calidad en la
formación docente o del entorno
familiar semi-analfabeto o analfabeto;
a los cuales se asocian problemas
sociales (bajos o escasos
recursos económicos de las familias, y la migración rural-urbana e
internacional en busca de mejores condiciones de vida), así como los
que se refieren a la degradación
ambiental y de la salud
(contaminación, uso masivo de productos tóxicos en la producción
agropecuaria e industrial, anquilostomiasis, carencia de yodo,
caries, etc) que a no dudarlo tienen una incidencia directa en las
dos figuras centrales de la educación: docentes y estudiantes. En
contraposición podemos decir que existen
en menor cantidad entidades educativas,
usualmente en los grandes centros urbanos (Asunción, Ciudad del
Este, Encarnación, Villarrica, Pedro Juan Caballero, Pilar,
Concepción, San Estanislao, Coronel Oviedo y algunos otros más) que
se salvan de estar incluidos en este reino
de las inequidades.
En
este análisis de la realidad socio-cultural del país tampoco
podemos perder de vista que el Paraguay a lo largo de toda su vida
tuvo un gobierno unitario, centralizado, asunceno, que solamente
permitió el desarrollo educativo superior preferentemente en la
capital y sus alrededores. Hace
apenas dos décadas que la educación superior empezó a
descentralizarse a lo largo y a
lo ancho de la República permitiendo el acceso de más personas a
este nivel de la educación.
Vale
la pena decir que este contexto no es de origen reciente sino que
tiene ya una larga data y por otra parte tampoco es un patrimonio
paraguayo sino que también se manifiesta en otros países de la
región. La instalación y vigencia de esta “cultura de la pobreza”
incidió negativa y directamente en la generación de la necesaria
masa crítica, en la libertad de pensamiento y en la libre expresión,
bases fundamentales de la cultura científica y tecnológica, que -en
los países más avanzados- cooperaron notablemente en el desarrollo
humano y socio-económico. A no dudarlo, los sucesivos gobiernos a
partir de la caída de la Dictadura en el año 1989 procuraron -unos
más y otros menos- mejorar la situación de la educación paraguaya
pero varios de esos intentos resultaron infructuosos. Entre las
causas de esos intentos malogrados se mencionan factores internos y
también externos vinculados con los grandes espacios de poder y
dominación que se dan en el mundo y que devienen de los grandes
intereses geopolíticos.
2.2.
LA RECETA INTERNACIONAL
El
Paraguay miembro del tercer mundo, dependiente de los préstamos de
los grandes bancos del mundo para desarrollar sus políticas
sociales, incluida la educativa; se sumó al modelo impuesto por la
Unesco en 1989, en el congreso mundial de educación realizado en
Jomtien, Tailandia, donde finalmente se aprobó el plan denominado
“Educación 2000: satisfacción de las necesidades básicas del
aprendizaje”, del cual el Paraguay es suscriptor y “beneficiario”,
que propugnaba un modelo de educación básica gratuita, que en el
Paraguay a partir de la Reforma Educativa pasó a denominarse nivel
de la Educación Escolar Básica. De hecho, la Constitución
Nacional vigente, del año 1992, solamente garantiza la gratuidad de
esa educación escolar básica, no así del nivel medio y del nivel
terciario.
Lo
mencionado precedentemente motivó la creación de las instituciones
de educación media y terciaria, de carácter privado, generando el
peligroso discurso “la educación pública es ineficiente y no
ofrece calidad”. Ese disco rayado se hizo constante y sirvió para
debilitar las instituciones públicas que otrora fueron los grandes y
más calificados centros de formación académica de los cuales
emergieron los más talentosos intelectuales paraguayos que a su
tiempo ejercieron la docencia en las universidades públicas y más
recientemente fueron absorbidos por las universidades privadas.
Actualmente,
existe una solapada pero persistente campaña de desprestigio a las
universidades públicas sostenido por sectores empresariales que
están resueltos a tomar las riendas de la educación superior del
Paraguay. Concretamente, la tendencia apunta a debilitar y anular las
universidades públicas del país.
2.3.
ADÓNDE VAMOS?
Actualmente
debemos reconocer que existe una variada oferta universitaria. Ya en
el años 2012, en un último informe de la Dirección General de
Educación Superior MEC, se mencionan más de 1600 carreras; sin
embargo, tanto en las instituciones terciarias públicas como
privadas podemos observar a un numeroso grupo inicial de ingresantes
pero de los cuales solamente egresarán regularmente un 20 ó 30%.
Por el camino habrá “contusos y heridos” que abandonarán la
carrera elegida por razones principalmente económicas, y otros que
quedarán retenidos en cursos inferiores por varios años debido a
tremendos problemas de interpretación habitualmente relacionados con
la escasa formación recibida en los niveles anteriores y que dejan
al descubierto la precaria capacidad de los estudiantes en materia de
comprensión, aplicación, análisis, síntesis o juicio crítico.
En
este complicado escenario
y ante el intento de entender a la universidad en este tiempo,
conviene plantearnos si en verdad contamos con la libertad para
acometer el proceso de renovación y al respecto cabe poner bajo la
lupa varias cuestiones que atañen a la educación y particularmente
a la educación universitaria paraguaya. A ese efecto debemos abordar
objetivamente el mundo de la Antropología Pedagógica y efectuar un
minucioso y esencial análisis sobre la concepción de la libertad,
entendida como el factor básico para el desarrollo pleno de la
persona y de todos los procesos relacionados al logro de su
perfeccionamiento y felicidad.
3.-
CONCLUSIÓN (MOHU'Â)
Definitivamente,
la universidad paraguaya y sobre todo la pública, debe responder a
los grandes necesidades y desafíos de la nueva sociedad, que emerja
y respete la identidad cultural o la idiosincrasia de la gente y
aspirando a la calidad, la excelencia y el rigor científico en todos
los procesos que le toque desarrollar y potenciar en beneficio de
mejores condiciones de vida y convivencia social.
Si
es que verdaderamente deseamos mejores días para nuestra educación.
Como docentes y como constructores de la sociedad debemos sustentar
nuestras metas, fines, objetivos y propósitos en la esperanza, el
optimismo y la voluntad de renovación; armarnos de coraje y elegir
las estrategias adecuadas para acometer esta gran tarea a la cual
todos estamos convocados y a la cual no podemos ni debemos negarnos,
siempre y cuando en nuestra mente y en nuestro corazón anide el
ferviente deseo de lograr una sociedad mejor y más humana,
basamentada en la libertad, el conocimiento y de ser posible la
sabiduría; la felicidad, el bienestar, la democracia, la
solidaridad, el progreso y la paz.
Lo
propuesto no se inscribe en el campo de la interminable utopía sino
que, muy por el contrario, es absolutamente factible y su concreción
depende y dependerá de la voluntad política, de las agallas, de la
vocación progresista y sobre todo del genuino patriotismo de la
clase dirigente de nuestro país. En ese sentido, podemos afirmar que
-en paralelo a la fuerte corriente privatista- lentamente se está
instalando un grupo dirigencial que apuesta seriamente a la calidad y
a la excelencia de la educación superior paraguaya entendiéndola
como la tabla de salvación de nuestro querido y sufrido país y
también como forjadora de una necesaria e impostergable sociedad del
conocimiento; sustentada en un plan nacional de investigaciones que
promueva la producción científica y tecnológica. Definitivamente,
está llegando el tiempo en que la universidad y sus ciudadanos
empiezan a convertirse en agentes protagonistas de los grandes
procesos de mejoramiento socio-cultural y del tan anhelado desarrollo
sostenido de nuestro país.
La
mejor herramienta que tiene el Paraguay para salir de la la
inequidad, de la degradación, de la postergación y de la
injusticia, es la educación
y principalmente la educación
universitaria; y que la
educación es esencialmente sinónimo de conocimiento e información.
Actualmente, una gran parte del mundo más avanzado hizo suya la
premisa: quien tiene la
información tiene el poder; y,
por otro lado, debemos entender que la libertad se sustenta en el
conocimiento. Libre es aquel que sabe y más libre es cuanto más
sabe.
David
Galeano Olivera,
Profesor
Titular de la Universidad Nacional de Asunción y
Ex Director General Académico de la Universidad Nacional de Asunción.