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DE ABRIL: UN COVID MÁS PARA LAS NACIONES INDÍGENAS
Por:
David Galeano Olivera
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“Cuando
la sangre de tus venas retorne al mar y el polvo de tus huesos vuelva
al suelo, quizás entonces comprendas que esta tierra no te
pertenece... sino que tú perteneces a la tierra. Ág̃a nde ruguy
osyrýva nde retére ojevývo parápe ha ne kângue kusugue
ojehe'ajeývo yvýre, upépe ae rehechakuaáta ko yvy ndaha'eiha
nemba'e ha katu rehechakuaáta nde ha'eha ko yvy mba'e”,
sabias palabras de un indígena. Mientras la
ambición desmedida y el afán de poder absoluto obnubilaron a las
grandes potencias del mundo y en el afán de ganar supremacía se han
lanzado a una puja irracional e inhumana, poniendo en circulación un
maldito virus que hoy lesiona al mundo directa y colateralmente;
podemos afirmar categóricamente que,
ni la ambición desmedida ni el afán de poder absoluto, jamás
animaron ni animan a los pueblos nativos o indígenas que, por el
contrario, siempre respetaron a la madre tierra, a cada animal, a
cada planta y a cada ser humano, entendiendo que la vida terrenal no
es el fín, sino el medio para llegar a la Tierra Sin Mal, allá en
el oriente, hacia donde sale el sol y que para ganar ese mítico
sitio debemos convivir en paz, justicia y armonía, fomentando el
tekokatu y relegando el tekomarâ. Ninguno de los grandes desastres
que asolaron a la humanidad, incluido el Covid 19, fue de la
responsabilidad de los pueblos indígenas.
La
reflexión precedente es un breve prólogo ante la llegada
de un nuevo 19 de abril, que lo único que tiene de diferente para la
mayoría del mundo es la presencia peligrosa e intimidante del Covid
19. Todas las naciones tomaron medidas -unas a tiempo y otras
tardías- para intentar desesperadamente atenuar los efectos de ese
maldito virus. Probablemente, nunca la humanidad sintió tan
intensamente una pandemia. La comunicación digital viralizó la
cuestión. El Paraguay no se quedó atrás. A la orden de “epyta
nde rógape Paraguay”, la gente se metió a sus casas, a vivir una
experiencia inédita, rodeada por el miedo y la incertidumbre. Y en
ese escenario, allí, a un costadito -como siempre- están los
pueblos indígenas, que tienen su propio Covid manifestado en el
aislamiento, el ninguneo, el abandono, la degradación, el ultraje y
la muerte y al cual sumaron este otro que afecta a la sociedad
envolvente.
Ese
Covid, el de ellos, hace más de 500 años que los ataca sin
contemplaciones, de manera inmisericorde. Ese maldito virus les
invadió y les carcomió todo y cada día. Hoy, mientras la sociedad
envolvente atiende a sus miembros mediante expresiones de solidaridad
(colaboraciones, ollas populares, rifas, etc) y el gobierno asiste a
los insolventes que puede, los Indígenas del Paraguay, más aislados
que nunca, sobreviven como pueden y comen cuando encuentran algo en
ese duro medio en el cual deambulan. Para ellos no existe ñangareko,
pytyvô, tekoporâ, etc.
Al
mundo que los envuelve le asusta convivir con la muerte, sin embargo,
los indígenas conviven con ella hace más de 500 años. Eran
millones pero hoy en el Paraguay sobran un poco más de cien mil, sin
tierras, sin alimentos, sin justicia social, sin nada. Qué peor
Covid que ese podría haber?. Hoy el mundo forzadamente debe vivir
aislado y encerrado y la gente empezó a desesperarse. Los indígenas
viven aislados y encerrados hace más de 500 años, resistiendo como
pueden en ese ambiente infrahumano. Mientras en Itaipu y Jasyreta se
dilapida el dinero, ellos deben comer pomelos, raices y hojas de
karaguata o algunas de las escasas aves o animales silvestres que
encuentran. No hace falta decir que hay días que no comen. Qué peor
Covid que ese podría haber?.
Ellos
en sus tekoha, silenciosa y estoicamente, resisten a su propio Covid
y al Covid 19 de la sociedad envolvente y lo hacen con su acrisolada
dignidad, reflejada en su ancestral conocimiento y práctica de la
medicina tradicional, con su inmutable convicción religiosa
manifestada en sus cantos, plegarias y danzas; pero sobre todo
mediante su inalterable vocación solidaria, vocación que se
transculturó al ser paraguayo y que actualmene es la manifestación
más preciada que caracteriza la lucha paraguaya contra el Covid 19.
Ojalá
esta dura prueba, sumada a las miles y miles que consiguieron vencer
a lo largo de su historia, pueda ser superada por los pueblos
indígenas y que esa resistencia extraordinaria que siempre tuvieron
les permita transitar por muchos años más en este mundo dominado
por la
ambición desmedida y el afán de poder absoluto de las grandes
potencias que no escatiman esfuerzos para lograr ese cometido, sin
importar los perjuicios directos o colaterales que puedan dejar...
Al
concluir, me gustaría recordar a otro anciano Indígena que unos
años atrás nos decía que la humanidad por haber caído en tantas
injusticias, maldades, mezquindades y peleas, se desvió del camino
justo que Ñande Ru trazó para nosotros -ñasê
ñande rapégui-
y que urgía retornar al sendero correcto -jajevy
ha jaikejeyva'erâ ñande rapépe-
para así recuperar la armonía, la justicia, el amor y la
solidaridad que son las virtudes esenciales que deben guiar las
acciones humanas. Ojalá, efectivamente, todos aprendamos la lección
y que al final de la pandemia podamos retornar al sendero armonioso
que Ñande Ru trazó para todos nosotros...
ooo000ooo
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DE ABRIL: DÍA DEL INDÍGENA,
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