Lengua Guarani

Lengua Guarani
Ára Pyahu

viernes, 30 de julio de 2010

LA DULCE LENGUA GUARANI



EL DULCE IDIOMA GUARANI
Antonio Cabrera – Publicado por el Cronista Urbano
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El idioma de los guaraníes, según las apreciaciones de quienes han dedicado su vida a interpretarlo y conocerlo mejor, es aglutinante y en gran parte de origen onomatopéyico, es de precisión matemática.
Pero sin carecer de vuelo poético. Se trata de un instrumento de expresión que obliga al pensamiento a presentarse en riguroso orden lógico.
La característica de su genio es la síntesis y la claridad; no admite las divagaciones indecisas y brumosas. Cada palabra es una metáfora concentrada; una densa fusión de vocablos sincopados y apocopados. El indio -afirman- cultivó con grande esmero su lengua amada y la hizo singularmente rica, flexible, llena de dulzura para traducir la emoción amorosa, cáustica para la sátira, precisa y transparente en la argumentación.
Es explicable esta afición al buen decir. La oratoria era uno de los recursos de que se valía el guerrero para conquistar la jefatura del ejército en las asambleas que precedían toda acción bélica. Los ancianos, a su vez, transmitían de generación en generación las grandes tradiciones de la raza y esta función de cronista oral cumplían usando todos los recursos del idioma.
Precisamente, el valor de la oratoria es un aspecto que justifica el nombre del héroe misionero Andrés Guacurarí. En otros tiempos, y en otro medio, habíamos explicado que un jefe guerrero, como lo era Andresito, no podría llevar un nombre queriendo asemejarse a un venado arisco (guasú rarí), por tratarse de un animal tan indefenso y temeroso, incapaz inclusive de defender a su propia cría.
El nombre del héroe misisionero deriva de los vocablos guaycu y rarí, cuyo significado conceptual es indio de lengua vivaz. Fue, aparentemente, Andresito, además de valiente, un jefe locuaz y de allí su ascendencia entre su gente a la que arengaba y que lo acompaño en la heroica gesta de la defensa del territorio de Misiones.
La nota en la cual expusimos el significado y la forma correcta de pronunciación del nombre del guerrero, tuvo una repercusión positiva entre personas destacadas de la Provincia, entre quienes podemos citar a Ricardo Barrios Arrechea (quien afirmó “opama la discusión”), Alejandro Larguía y el historiador misionero Machón.
En virtud de que, la nota en cuestión, se publicó en un diario de circulación provincial, quedó la impresión de que hubo aceptación generalizada pues, desde entonces, se pudo apreciar que, en general, se ha unificado la forma de escribir y pronunciar el nombre de Andrés Guacurarí y Artigas, en el orden cultural y oficial, según se evidencia en la actualidad.
Esta disquisición no se debe a una falta de coherencia en cuanto a estas notas que venimos redactando con el afán de conocer algo más de este idioma, que aunque vayan pasando siglos, subyace en el seno del pueblo cuyos ancestros fueron los karaivé guaraní.
El guaraní está presente de muchas maneras. Ya sea por nombres de pueblos, rios, arroyos y parajes que, diariamente estamos pronunciando, hasta por obligación y no nos detenemos a pensar en su conformación etimológica.
Y, al sólo efecto, de seguir dando algunas aproximaciones de nombres de lugares que mencionamos cotidianamente, queremos significa que nos gustaría -arbitrariamente- mencionar cada vocablo en base a la antigua grafía, que difiere un tanto de la moderna que, actualmente, se utiliza en la escritura en los programas de enseñanza de algunas instituciones. Esta última, la nueva grafía, a veces dificulta un tanto la comprensión del idioma al neófito y a aquel que ya en otros tiempos estuvo familiarizado con la forma de escribir de los poetas y escritores, principalmente los correntinos y los paraguayos.
Volvienndo a lo nuestro, como un anticipo de otros nombres que citaremos en próximos artículos, nos referiremos en primer término al nombre de una de las avenidas muy transitada de Posadas: Yohasá.
Son dos palabras apocopadas: oyo (se) y jasá (cruzan). Es decir, se habla del lugar, donde alguna vez, habría existido un cruce de caminos, una intersección como lo decimos habitualmente. Debió ser un lugar clave o tradicional, por eso logró el valor de quedar testimoniado dentro de la denominación de las calles posadeñas.
Y en el límite de las provincias de Misiones y Corrientes, está el arroyo Itaembé miní que es tambiém ahora, un de los más populosos barrios de la capital misionera.
El nombre, basado en el modelo estructural del idioma, con aféresis, síncopas y apócope, se deriva de itá (priedra), jaimbé (filosa) y miní (pequeña).
Más allá de la referencia, supuestamente, a una pequeña piedra filosa, considerando que los guaraníes elaboraron con esmero su lengua, esto nos lleva a tratar de deducir que bien podría referirse a las puntas de flechas y lanzas, ya que los aborígenes ya habrían venido a estas tierras en la época neolítica, con conocimientos del tallado en piedra y metal.
Como dato adicional a Itaimbé Miní, queremos recordar que Moisés Bertoni afirma que, en una región así llamada, se afincaba una etnia guaraní sumamente belicosa.
En algunos ensayos de docentes itapuenses, entre ellos Tomás Lelis Micó, se presume que fue esa tribu la que asediaba, permanentemente, a la población de la reducción de Nuestra Señora Encarnación de Itapúa, fundada originalmente por Roque González de Santa Cruz, sobre la margen izquierda del río Paraná. El asedió obligó a que la reducción se trasladara a la margen opuesta en la que es hoy la ciudad paraguaya de Encarnación.

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