Lengua Guarani

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Ára Pyahu

sábado, 18 de abril de 2020

19 DE ABRIL: UN COVID MÁS PARA LAS NACIONES INDÍGENAS

19 DE ABRIL: UN COVID MÁS PARA LAS NACIONES INDÍGENAS
Por: David Galeano Olivera
       “Cuando la sangre de tus venas retorne al mar y el polvo de tus huesos vuelva al suelo, quizás entonces comprendas que esta tierra no te pertenece... sino que tú perteneces a la tierra. Ág̃a nde ruguy osyrýva nde retére ojevývo parápe ha ne kângue kusugue ojehe'ajeývo yvýre, upépe ae rehechakuaáta ko yvy ndaha'eiha nemba'e ha katu rehechakuaáta nde ha'eha ko yvy mba'e”, sabias palabras de un indígena. Mientras la ambición desmedida y el afán de poder absoluto obnubilaron a las grandes potencias del mundo y en el afán de ganar supremacía se han lanzado a una puja irracional e inhumana, poniendo en circulación un maldito virus que hoy lesiona al mundo directa y colateralmente; podemos afirmar categóricamente que, ni la ambición desmedida ni el afán de poder absoluto, jamás animaron ni animan a los pueblos nativos o indígenas que, por el contrario, siempre respetaron a la madre tierra, a cada animal, a cada planta y a cada ser humano, entendiendo que la vida terrenal no es el fín, sino el medio para llegar a la Tierra Sin Mal, allá en el oriente, hacia donde sale el sol y que para ganar ese mítico sitio debemos convivir en paz, justicia y armonía, fomentando el tekokatu y relegando el tekomarâ. Ninguno de los grandes desastres que asolaron a la humanidad, incluido el Covid 19, fue de la responsabilidad de los pueblos indígenas.


       La reflexión precedente es un breve prólogo ante la llegada de un nuevo 19 de abril, que lo único que tiene de diferente para la mayoría del mundo es la presencia peligrosa e intimidante del Covid 19. Todas las naciones tomaron medidas -unas a tiempo y otras tardías- para intentar desesperadamente atenuar los efectos de ese maldito virus. Probablemente, nunca la humanidad sintió tan intensamente una pandemia. La comunicación digital viralizó la cuestión. El Paraguay no se quedó atrás. A la orden de “epyta nde rógape Paraguay”, la gente se metió a sus casas, a vivir una experiencia inédita, rodeada por el miedo y la incertidumbre. Y en ese escenario, allí, a un costadito -como siempre- están los pueblos indígenas, que tienen su propio Covid manifestado en el aislamiento, el ninguneo, el abandono, la degradación, el ultraje y la muerte y al cual sumaron este otro que afecta a la sociedad envolvente.

       Ese Covid, el de ellos, hace más de 500 años que los ataca sin contemplaciones, de manera inmisericorde. Ese maldito virus les invadió y les carcomió todo y cada día. Hoy, mientras la sociedad envolvente atiende a sus miembros mediante expresiones de solidaridad (colaboraciones, ollas populares, rifas, etc) y el gobierno asiste a los insolventes que puede, los Indígenas del Paraguay, más aislados que nunca, sobreviven como pueden y comen cuando encuentran algo en ese duro medio en el cual deambulan. Para ellos no existe ñangareko, pytyvô, tekoporâ, etc.

       Al mundo que los envuelve le asusta convivir con la muerte, sin embargo, los indígenas conviven con ella hace más de 500 años. Eran millones pero hoy en el Paraguay sobran un poco más de cien mil, sin tierras, sin alimentos, sin justicia social, sin nada. Qué peor Covid que ese podría haber?. Hoy el mundo forzadamente debe vivir aislado y encerrado y la gente empezó a desesperarse. Los indígenas viven aislados y encerrados hace más de 500 años, resistiendo como pueden en ese ambiente infrahumano. Mientras en Itaipu y Jasyreta se dilapida el dinero, ellos deben comer pomelos, raices y hojas de karaguata o algunas de las escasas aves o animales silvestres que encuentran. No hace falta decir que hay días que no comen. Qué peor Covid que ese podría haber?.

       Ellos en sus tekoha, silenciosa y estoicamente, resisten a su propio Covid y al Covid 19 de la sociedad envolvente y lo hacen con su acrisolada dignidad, reflejada en su ancestral conocimiento y práctica de la medicina tradicional, con su inmutable convicción religiosa manifestada en sus cantos, plegarias y danzas; pero sobre todo mediante su inalterable vocación solidaria, vocación que se transculturó al ser paraguayo y que actualmene es la manifestación más preciada que caracteriza la lucha paraguaya contra el Covid 19.

       Ojalá esta dura prueba, sumada a las miles y miles que consiguieron vencer a lo largo de su historia, pueda ser superada por los pueblos indígenas y que esa resistencia extraordinaria que siempre tuvieron les permita transitar por muchos años más en este mundo dominado por la ambición desmedida y el afán de poder absoluto de las grandes potencias que no escatiman esfuerzos para lograr ese cometido, sin importar los perjuicios directos o colaterales que puedan dejar...

       Al concluir, me gustaría recordar a otro anciano Indígena que unos años atrás nos decía que la humanidad por haber caído en tantas injusticias, maldades, mezquindades y peleas, se desvió del camino justo que Ñande Ru trazó para nosotros -ñasê ñande rapégui- y que urgía retornar al sendero correcto -jajevy ha jaikejeyva'erâ ñande rapépe- para así recuperar la armonía, la justicia, el amor y la solidaridad que son las virtudes esenciales que deben guiar las acciones humanas. Ojalá, efectivamente, todos aprendamos la lección y que al final de la pandemia podamos retornar al sendero armonioso que Ñande Ru trazó para todos nosotros...

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