“LA IDIOSINCRASIA DEL PARAGUAYO”
Por David A. Galeano Olivera (*)
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1. INTRODUCCIÓN
El diccionario define la palabra
idiosincrasia
como “manera de ser propia de una
persona”, y adaptando esa expresión al título de este modesto ensayo
podríamos decir que “La idiosincrasia
del Paraguayo”, consiste -por consiguiente- en la descripción de la “manera de ser propia del habitante del
Paraguay”.
De hecho, todas las naciones de la tierra tienen una
manera de ser propia de sus
respectivos habitantes. Esa manera de ser
propia incluye modelos culturales, como el idioma, la música, los refranes,
los mitos, las leyendas, los cuentos, las creencias y las supersticiones, los
juegos y pasatiempos, los usos y las costumbres, las fiestas populares y
patronales, la vestimenta, la alimentación y las artesanías, entre otros.
Muchos son los autores que coiciden en señalar una sinonimia entre idiosincrasia y cultura popular o folklórica; o idiosincrasia e identidad cultural.
De lo expuesto, podemos colegir
que, definitivamente, existe una manera
de ser propia del habitante del Paraguay, y de su análisis e interpretación
se preocuparon varios estudiosos, entre ellos, el Dr. Helio Vera en su obra “En
busca del hueso perdido (tratado de paraguayología)”; asímismo, el Monseñor
Saro Vera en su libro “El paraguayo un hombre fuera de su mundo”; también, el
Dr. Miguel Angel Pangrazio en su publicación “Arriéro porte”; e igualmente, el
Dr. Aníbal Romero Sanabria en su ensayo “Mas paraguayo que la mandioca”. Cada
uno de los mencionados analizó procurando interpretar la idiosincrancia del paraguayo,
señalando ciertas maneras de ser propias
que, como paraguayos, nos distinguen de los habitantes del “resto del mundo”.
Los cuatro autores mencionados coinciden que alguna de las “virtudes” del paraguayo son, por ejemplo, el coraje, la audacia, el
sentido del humor, el poder de observación, el ser sufrido, el ser -de acuerdo
a las circustancias- ñembotavy o tova’atâ; el saber utilizar -siempre de
acuerdo a la conveniencia- la ley del mbarete o el arandu ka’aty; y por último,
el no poseer la noción del tiempo y demostrar, de cuando en cuando, la vocación
de výro chúsko.
Pero, cuando decimos que uno de
nosotros “se hace el ñembotavy” o que es un “výro chusco” nos enfrentamos a una
realidad: nuestro doble orígen (Guarani – Español). Solo nosotros entendemos la
expresión “se hace el” en castellano y la palabra “ñembotavy” del Guarani, en
una misma oración; o la expresión “výro” del Guarani y la palabra “chusco” del
castellano, en una misma frase. Este fenómeno nos ubica ante nuestra forma de
ser “rova mokôi”. Es que en el paraguayo podriamos sintetizar la frase: “dos
personas distintas (Guarani y Español) y un solo Dios verdadero”: el paraguayo.
Es decir, en nosotros prevalecen simultáneamente dos culturas distintas pero
materializadas en una misma persona. Por un lado, la cultura occidental (española) y por el otro lado, la cultura nativa (Guarani).
Como decíamos, por
un lado, el paraguayo -hoy- forma parte del mundo
occidental donde el ser humano debe “vivir para trabajar” y “vivir para
tener”. Tan intensas son las revoluciones de la vida en ese mundo que
prácticamente nadie piensa en el “vivir para ser”. Jornadas laborales y de
estudios prolongadas, variedad de entretenimientos, y la cobertura de todo el
tiempo disponible por la avalancha de “tentaciones” que ofrece la “sociedad de
consumo”, a través de la televisión, las radioemisoras y los periódicos; han
cooperado para la aparición del hombre material o más
exactamente materialista u hombre occidental como algunos lo
denominan. Es el hombre capaz de entretenerse viendo -desde el televisor de su
casa- una guerra entre dos países o un partido de fútbol. Trabaja diariamente
varias horas y tiene “compromisos delicados de último momento”. Es el hombre
que padece a su vez patologías modernas como el surmenaje, el estrés o tiene
hipertensión arterial. Es el hombre que no respeta ni conoce la naturaleza y
mucho menos su propia estructura y funcionamiento corporal. Es incapaz de
apreciar un hermoso amanecer o una bella flor. Se acuerda de Dios yendo a la
iglesia pero mientras está ahí solo piensa en su trabajo, porque él solo tiene
que “vivir para trabajar” y “vivir para tener”.
Pero, por el otro
lado, el paraguayo tiene -en los más profundo de su ser, en su “karaku”- las
maneras de ser propias de la sociedad Guarani cuyos miembros se esmeran en
“vivir para ser”. Ellos saben que la vida terrenal es breve, y para ellos es un
tránsito hacia la “tierra sin males”; por consiguiente, nada es nuestro: ni la
tierra, ni las plantas ni los animales. No son de nadie en particular pero
están a disposición de todos, para su uso racional, ya que debemos heredarlos a
nuestros descendientes y así sucesivamente. Viven “en” y “con” la naturaleza, y
procuran desarrollarse plenamente como personas procurando para el efecto “ser
“. Buscan el “tekokatu”, que es el estado de plenitud o perfección. No son
personas materialistas son más bien espiritualistas.
Cuando necesitan alimentarse la madre naturaleza les provee, cuando están
cansados y desean dormir -sin mas trámites- duermen. No conocen el surmenaje,
el estrés o la hipertensión arterial. No cumplen horarios de oficina. Conocen
profundamente los “secretos”, la perfección y belleza de la naturaleza. Viven
“para ser”. Para ellos la cuestión no es
vivir para tener sino “vivir para
ser”.
Por último y, a fuerza de ser sinceros, debemos
decir que en el paraguayo pesa más la raíz Guarani que la Occidental. Talves,
los grandes centros urbanos (Asunción y alrededores, Ciudad del Este,
Encarnación, Pedro Juan Caballero, Villarrica) tengan, en la actualidad, más de
los occidental, pero el resto del país se identifica mucho con lo guaranítico.
2. DESARROLLO
A los efectos de demostrar que el paraguayo posee una idiosincrasia o identidad definida, es que seguidamente referiremos a algunas de las “maneras propias de ser” nuestras. Así:
El idioma
Por más represiones (físicas y psíquicas) que sufrió
el Guarani hablante, éste sigue siendo mayoría en el Paraguay, y por
consiguiente, un elemento vital para el análisis de la idiosincrasia pasa por
el reconocimiento de ese hecho: en el paraguayo hay más de Guarani que de
Castellano.
El Idioma Guarani es el idioma de la mayoría. Los
resultados del Censo Nacional de 1992, evidenciaron que el 37% de la población
entonces de casi cuatro millones y medio de habitantes, era monolingüe Guarani, el 50% bilingüe (Guarani-Castellano), el 7% monolingüe Castellano, y el 6% restante
hablante de otras lenguas. También la
Encuesta Integrada de Hogares 1997/1998,
respecto del idioma hablado la mayor parte del tiempo en el hogar por los jóvenes entre 15 y 29 años de edad
reveló un 50,4% de Guarani-hablantes,
un 27,8% de bilingües
(Guarani-Castellano), un 19,3% de
hispanohablantes, y un 2,5%
restante hablante de otras lenguas.
El Guarani está en los discursos
de los políticos; es más, si alguno de ellos no lo habla, está condenado al
fracaso. Asimismo, el Guarani está en las marchas y manifestaciones de los
sindicatos y gremios de trabajadores y campesinos, reivindicando sus derechos y
dignidades. Asimismo, es el vínculo común entre pacientes y profesionales de la
salud, pues un médico o paramédico que no conoce las variadas plantas
medicinales y sus usos, o no conoce las patologías como el kambyryrujere, ohéo, py’aruru, etc. no podrá ejercer con éxito la
profesión. El Guarani es también el más fuerte factor de comunicación
agropecuaria, que es el sector mayoritario de nuestro país. Es imposible hablar
en el campo, brindando orientaciones en castellano. Desde las antiguas
prácticas de siembra y cosecha hasta el uso de la tecnología. Todo se entiende,
pero únicamente en Guarani.
Asimismo, el Guarani manifiesta
su vida a través de las fiestas populares y patronales. Ya en el San Juan ára (tata ári jehasa, kambuchi jejoka, yvyrasÿi),
o en la Semana Santa (en el purahéi asy de los estacioneros, en el pindokarai, tupâitû, tupâsy ñuguatî, chipa).
El Guarani sigue vivo en cada palabra y en cada proceso desarrollado por los
artesanos del país (karanda’y, poivi, ao
po’i, ñanduti). Asimismo, la artesanía culinaria del Paraguay se caracteriza
por su variada nomenclatura Guarani.
El avañe’ê está en la misa y en
los sermones de la iglesia, de esa misma iglesia que hacia el año 1500 se dio
cuenta que solo podría evangelizar en Guarani. Del mismo modo, el Guarani está
en los medios masivos de comunicación (radioemisoras, diarios y teledifusoras);
lo mismo que, en la promoción publicitaria, inclusive de grandes marcas
internacionales que encuentran en él un interesante medio para obtener más y
mejores ingresos. Hoy también el Guarani está en las Universidades del Paraguay
e igualmente es muy utilizado por los deportistas y por artistas y
personalidades internacionales.
Y aunque parezca una ironía, el Guarani está inmerso en la sintaxis del “castellano paraguayo”. Es imposible encontrar un paraguayo que alguna vez no dijo “venína”, “habláleke”, “quepiko querehína vo”, “le pegó debaldeite”, “de gua’u nomáko te dije”, “yo niko no sabía lóo”. Hemos incorporado a nuestro Castellano el un poco, que no es más que la traducción del sufijo Guarani mi (ejumi = vení un poco) o la expresión si que, que es la traducción del sufijo Guarani katu (oúkatu = vino si que).
El coraje y
la audacia
“Paraguái
ndoguevi” dice un ñe’ênga aludiendo al coraje y la audacia de nuestros
compatriotas. Nada es imposible para nosotros. En esos casos solemos decir
“i-costilla pa’û va’erâ” o “ndaipóri irremedio’ÿva, solamente la muerte ha
ko’êmbota la nairremedioiva”.
El paraguayo estuvo expuesto, a lo largo de su historia, a un sinfín de situaciones adversas casi insalvables. Dos guerras, varias revoluciones y otros fenómenos perjudiciales de la naturaleza pareciera que le templaron el espíritu. Por ejemplo, en la Guerra del 70 nos enfretamos a tres poderosos ejércitos, y en la Guerra con Bolivia nuestros combatientes llevan las de perder debido a la gran diferencia, en contra, en relación a los implementos bélicos. El paraguayo sustituyó con el coraje y la audacia, esa diferencia. A ese efecto, solo basta recordar fragmentos de los versos épicos de Emiliano R. Fernández, quien en “13 Tujutî” dice:
Ro’atamahágui tesaraietépe
Peteï ko’ëme
roñeñanduka
Roheja hag̃ua ore ra’yrépe
Pedestal de gloria
oma’ë hag̃ua
Oreave avei
paraguayetéva
Soldado ja’érö
urunde’ymi
Ndaha’éivante
rojalavaséva
Noroikotevëi
ñererochichï
Mi comando Irra hendive Brizuela
Mokôivevoi aña mbaraka
Ha el león chaqueño ijykerekuéra
Mayor Caballero ore ruvicha
Cachorro de tigre suele ser ovéro
Mácho ra’yre machíto jey
Oime kuatiápe 20 de enero
Peneñongatu peê mbohapy
Otro pitopu Nanawa de gloria
Héra opytáma mandu’arâmi
Oscribí chupe ipyahúva historia
Tamoñarôkuéra Trece Tujutî
Tuguyeta apytépe ou la victoria
Regimiento trece-pe opukavymi
Ága ikatúma he’i la historia
Ndopamo’âiha raza Guarani
El paraguayo nunca pierde. En los chistes del “paraguayito”, éste siempre sale ganancioso. Somo capaces de todo. Ganamos aunque sea “experiencia”, pero ganamos siempre
La paciencia y la perseverancia
“No hay apúro he’i kure mboguataha”, dice un ñe’ênga. Otro sentencia “mbeguekatu mbói jo’ópe”. Otro manifiesta “Ndache'órai aguaséroicha”. Esta introducción mediante los ñe’ênga, nos asocian a otra de las “cualidades” del paraguayo: su extraordinaria paciencia. Aguanta todo. En el interior, las grandes lluvias clausuran los caminos por varios días, y el paraguayo reacciona sencillamente con un “mba’éipiko jajapóta”. Por otra parte, esa paciencia se pone de manifiesto en sus propias actividades, entre ellas, las artesanías. Así por ejemplo, la preparación del ñanduti, el ao po’i, etc. son labores que requieren un espíritu decidido y firme ya que son trabajos que llevan mucho tiempo y demuestran la puntillosa paciencia que engalana la idiosincrasia del paraguayo.
La noción
del tiempo
Para el paraguayo la “hora” no existe. Es capaz de
iniciar algo antes de la hora o después de la hora, pero nunca en la hora
señalada. Para el paraguayo no existe la hora. Cuando uno le pregunta a alquien
“qué hora es”, la respuesta en Guarani no se hará espera con un “asajéma” o
“iñipytûma”. Ese “asajéma” puede ser las 11, las 12 o las 13, pero nunca será
puntualmente algo como las 12 horas, 20 minutos, 10 segundos, que es lo que -en
la sociedad occidental- precisamos como respuesta. Nunca olvido una anécdota.
Me ocurrió en la zona del Guaira, donde por falta de ómnibus tuve que quedar a
pernoctar en la casa de unos amigos. Antes de dormirnos la dueña de casa me
pregunto “mba’e hora piko rehóta”, y le respondí “ahase niko ikatúrô las seis”,
y la señora me señaló “upéicharô niko rehóta al alba”. Yo le volví a insistir
“a las seis niko ahase” y ella me volvió a decir “ha al alba niko upéicharô
rehóta”. No hubo caso de entendernos. Yo manejaba la hora occidental y ella el
tiempo Guarani.
El paraguayo no tiene apuro por nada. Le interesa
vivir el “hoy”, el “ahora”. No le preocupa el mañana. Y eso coincide con la
manera de ser Guarani, pues “ko’êrô” quiere decir “sí amanece”, es por ello que
al despedirnos decimos “jajoecháta ko’êrô” (nos volveremos a ver siempre y cuando amanezca). De ahí pues
que también los paraguayos no nos preocupamos mucho por el porvenir.
La
conmiseración
El paraguayo es muy solidario. Le gusta servir. Se aprecia a la persona “servicial”. Por eso muchos dicen “jajevale porâ hese”. Es muy humano. Siente compasión por todos. Le gusta tratar a todos con la expresión “anga”. Es común escuchar que alguien diga “ou’anga”, “he’i’anga”, “ogueraha’anga”, “ndoikuaai’anga”. Hasta es capaz de decir “oporojuka’anga”. Esa expresión pasó a nuestro mundo occidental como “vino anga”, “no sabía anga”, “le dijo anga” o “pobre (cito) anga”.
Poder de
Observación
Efectivamente, el
paraguayo es un profundo observador de su habitat y de sus semejantes, “virtud”
que se pone de manifiesto cuando él le pone algún marcante a alguien. Podríamos
decir que “le da en el ojo”. En
ese sentido, conviene citar a modo de ejemplos, algunos marcantes como: kavaju
rembe, kururu, gallo perô, guyra tavy, jaguarete, jatevu, jagua’i pakéte, ka’i
o jagua perô.
Por
otra parte, los refranes o ñe’ênga también nos demuestran su notable poder de
observador, pués los ñe’ênga son productos de su continua observación. He aquí
algunas muestras. Arriéro akâne fóforo.
Arriéro rembe puku kavaju uhéi.
Arriéro juru akua ñati'û kavaju.
Aña ajura jare kosina horkón.
Aña pyta jeka lagunakue.
Arriéro sin esperanza guaiguî
rumby.
Arriéro rekorei lápi de color
morotî.
Arriéro tavy pira laguna.
Arriéro akâperô avatisoka.
Arriéro juruméme kaseróla.
Arriéro
rova cha'î pláta alkansía.
Arriéro
rekorei avión vosína.
Arriéro
piru jagua jyva.
Derécho guasu mbokaja
mátaicha.
Ekopéta kañóicha ijurune.
Guaigui
vai estribo yvyra.
Huguaitépe
chipa roráicha.
Ho'ysâ
porâ lasánima pypytéicha.
Iñakâraku
gorra lánaicha.
Ikarêmba
sevo'i rapéicha.
Irretovádo
ñakanina kurúicha.
Ijay
tâi rasýicha.
Ijyva
puku mboriahu membýicha.
Ipotî
hasy manduvi tyguéicha.
Itíro
porâ naranha akýicha.
Jagua
piru ñenóicha iguélta heta.
Kuña
retýma karê kavaju kalesíta.
Kururúicha
hopepi ruru.
Kure rembi'úicha ndojerrepetái.
La mentira
Podemos afirmar también que el Paraguayo, en su idiosincrasia,
inconscientemente tiende a mentir, pero no miente de mala fe o con intenciones
de perjudicar. Podríamos decir que miente piadosamente. Concretamente, a una
necesaria respuesta negativa contrapone, faltando a la verdad, una respuesta
afirmativa o positiva.
Por ejemplo, a la pregunta “mba’etekópiko”. La
respuesta usual es “iporâ” o “iporâminte” o “tranquilopa” o “ña’aguata”, o
“ña’enrreda” o “ninaiñeperánzai la ivaívo”, etc, cuando que en realidad él o
ella están pasando por una dificilísima situación, rayando a la muerte
inclusive.
Asimismo ocurre con la expresión “jahápy” cuando
alguien se nos cruza. La respuesta que no se hara esperar dira “agaitéma” o “en
seguida” o “tereho katu nde, agaitéma rohupytýta”, cuando que en realidad ni
siquiera tenemos la más mínima intención de ir con aquel semejante.
Igual cosa ocurre cuando, sobretodo en el interior,
preguntamos a alguien sobre la distancia de un lugar. La respuesta seguramente
será “apete”, aunque el lugar de marras quede a tres leguas de aquel sitio.
Del mismo modo, cuando decimos “veni un poco”,
“llevále un poco” o “escribíle un poco”, en realidad queremos que venga “todo”,
que lleve “todo” o que escriba “todo”.
Idéntica situación se plantea cuando algún vendedor
se aproxima a nuestra vivienda a ofrecernos alguna mercadería, y en lugar de
responderle con la negativa, preferimos decir “otro día”. El vendedor paraguayo
sabe que eso en realidad quiere decir “no quiero”.
El lenguaje
de segundo plano
El item anterior tiene una gran vinculación con éste,
pues el paraguayo no se refiere al hecho o a la persona o al asunto por su
nombre; prefiere referirse al tema por medio de expresiones de rodeo, a través
de metáforas si se quiere.
Entre nosotros queda mal decir
de alguien que es un “borracho” o “ka’u”, es más, el afectado no aceptará ese
trato. Entonces es preferible decir que alguien está “tuichaite ýre”,
“tuichaite lembúre”, “tuichaite trónkore”, “ijuru tata”, “hembe’a”, “hetyma
tavy”, “ojatapy ipy’áre”, “omokô”, “opichoro”, “opukapareíma”, “ovavajeýma”,
“tuichaite tesa rendyre”, o mejor “tuichaite tatáre”.
Tampoco nos gusta aludir a la muerte o “mano” ,
porque eso “atrae” a la muerte. Es preferible decir “ñandereja”, “opoti”,
“amóntema”, “hekovejei”, “hesa árima monéda”, “hevipéma”, “ipypyte sa’yjúma”,
“itenondéma ñanderehe”, “kapútima”, “ohejáma ikuchára”, “ohóma Ñandejára
pikétepe”, “okali’u”, “oñehundíma”, “osapymíma”, “ombojoja ikupy”, “ndohechavéi
ipysâ guasu”, “ojehekýi”, “oguahê ilíño ru’âme”, o bien “opurahéi himno
nacional oñenoháme”, etc.
Del mismo modo, refiriéndonos a la acción de “comer”
o “karu”, solapadamente somos capaces de decir: “omongy’a hâi”, “ohupi
mbarete”, “oime mesápe hovasyhína”, “ojejuru’o”, “ojoka ñepyrû tye”, “ojuka
vare’a”, “omatulea”, “ombovy’a sevo’i”, “oterere rupa”, “omomba’apo hañykâ”, o
bien “opikoteahína”.
También, refiriéndonos a alguna “pelea” o “ñorairô”
irrumpimos usando sinónimos como: “ho’uka ojupe mokéte”, “ojejoko ojojurúre”,
“ojohavira”, “ojohete pichy”, “ojosokea”, “ojojuhu tapepo’ípe”, “ojotyvyro
hikuái”, “omboruru tova”, “oñembosarái ojuehe”, “oñokarâi”, “oñombohete ru’û”,
“oñombohuguy raku”, “oñomoakâky’o mokétepe”, “opu’â oñoakâre”, “otantea
ikuerpíto”, o bien “orreparti ojupe po apu’a”.
Asi también, y en un castellano paraguayo, nos gusta “blanquear” (legalizar) un auto “mau” (ilegal). También decimos que algún conocido tiene una cuenta corriente “en negro”, o que hay que “aceitar” a algún funcionario o gestor.
Otras
manifestaciones de nuestra identidad cultural
A las maneras
propias de ser
enunciadas debemos agregar otras muestras de nuestra identidad que son como una
“marca de fuego” en cada uno de nosotros, así: las artesanías (karanda’y, ao
po’i, poyvi, ñanduti, ovecha rague, etc), las fiestas tradicionales y
patronales; los mitos, leyendas y cuentos, la música y la danza, las variedades
gastronómicas, y el terere, etc.
3. CONCLUSIÓN
Suelo escuchar a mucha gente que con gran alarma manifiesta que ya
perdimos nuestra idiosincrasia o nuestra identidad cultural, o en el peor de
los casos, que estamos en vías de perderla. Así también, muchos artistas
-músicos sobre todo- hoy día al carecer de espacios donde exponer su arte, con
justa razón señalan que nuestro folklore está en decadencia. Sin embargo,
nosotros que nos dedicamos a la promoción de la cultura popular en la
educación, hoy asistimos a un tiempo interesante donde nuestros niños y jóvenes
son orientados en el conocimiento, la valoración, y la práctica de nuestra
cultura popular, durante todo el año escolar, no solo en el día del folklore o
del Idioma Guarani.
Particularmente, en el último mes de agosto participé de numerosos actos
alusivos donde ellos -niños y jóvenes- demostraron su vocación folkórica, en
festivales artísticos y exposiciones artesanales. Hoy, son ellos los
incipientes folkloristas. Pertenecen a una nueva generación que desde las
escuelas, colegios, institutos de formación docente y universidades estudian,
promueven y difunden nuestra idiosincrasia.
Por ello puedo afirmar que está en marcha un movimiento nacional que
involucra particularmente a docentes y estudiantes en la tarea de salvaguardar
y difundir la cultura popular. Pero este movimiento nacional no es fruto de la
casualidad, sino de un trabajo organizado que algunas instituciones, la mayoría
de gestión privada, vienen encaminando desde hace aproximadamente veinticinco
años, en forma sostenida.
En el caso que particularmente me afecta, debo referirme a la gestión
incansable del ATENEO DE LENGUA Y
CULTURA GUARANI que hoy puede observar parte de los resultados positivos de
su labor, pues a 35 años de su creación, con casi veintisiete mil egresados Profesores de Lengua Guarani y cerca de diez mil estudiantes en la actualidad,
promueve el estudio, la investigación, la recopilación, la valoración y la
difusión de la cultura folklórica paraguaya, por todos los medios posibles:
cursos, seminarios, talleres, concursos, festivales, etc., a nivel nacional y
preferentemente en las zonas de riesgo cultural (nuestras fronteras por
ejemplo).
Lo interesante de la experiencia es que esos egresados y estudiantes
corresponden a un sector estratégico de nuestra sociedad, pues son docentes,
directores, supervisores de escuelas, colegios, institutos de formación docente
y universidades o son comunicadores, sacerdotes, concejales municipales y departamentales,
directivos de instituciones sociales (clubes, cooperativas, movimientos
campesinos y obreros); en síntesis, son líderes comunitarios suficientemente
concientizados acerca del valor real de las manifestaciones de nuestra cultura
popular. Son ellos los responsables de ese renacer que el folklore, gradual y
progresivamente, vuelve a tener en niños y jóvenes.
Así también, se deben resaltar los numerosos emprendimientos culturales,
como la constante realización de festivales artísticos. Por otra parte, las
diferentes expresiones artesanales son más promocionadas, a partir de sus
propios creadores que en la actualidad incluso se hallan agremiados en varias
entidades y participando de todas las exposiciones que continuamente se
realizan. También existen varias entidades que promueven la cultura popular en
el interior.
A lo expuesto, puedo agregar la promoción que muchos medios masivos de
comunicación -radioemisoras, teledifusoras, diarios, internet- hacen a favor
del folklore.
De hecho, en el
mundo existe actualmente, pese a la globalización, una tendencia a recuperar la
“identidad cultural”, la “cultura popular” o la “idiosincrasia”; además de
difundirla, fortalecerla y protegerla. Ésto recomiendan organismos
internacionales como las Naciones Unidas o la Organización de Estados
Americanos. También nuestra Constitución Nacional, el Tratado de Asunción, la
Ley General de Educación, entre otros, garantizan a nuestros hijos la
posibilidad de volver a “ser paraguayos”.
(*) Doctor en Lengua y Cultura Guarani. Presidente (Director General) del ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI. Presidente de la Casa del Escritor - Escritor Róga. Docente de la Universidad Nacional de Asunción. Escritor bilingüe. Traductor público (Guarani-Castellano).
3 comentarios:
Ipora nerembiapo Karai aranduete
Gran pensador y propulsor del idioma guaraní, orgulloso ser ti profesor
Refleja bastante bien "el ser paraguayo"
Es nuestra identidad única en el mundo.
Upéichaite Dr. David; he'iva ñaneñe'ë " Paraguayomantearã". Iporãte ko nerembiapo Mbo'ehára;
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